Cuando sólo piensas en sexo y se nubla tu mente.
La base de la atracción física y su componente sexual, tienen un enorme valor en las relaciones sociales. Al pararnos a reflexionar en profundidad el fenómeno, observamos que no representa realmente la vida cotidiana, el día a día. Este instinto se torna urgente en ocasiones, pero en realidad, es prescindible.
Es interesante como, según la sociología y la sexología, afecta de manera diferente según el género de la persona que analicemos, pero sin duda alguna, afecta a todas las personas, sin importar el género.
Esos momentos de tensión sexual, que pueden llegar a nublar la mente en un momento concreto, pero es muy interesante comprobar como una vez satisfechos, en muy pocos segundos, nos relajamos y volvemos a la “normalidad”, y es que así somos, así es el funcionamiento de nuestra parte animal.
Somos seres de impulsos biológicos, que han desarrollado un cerebro y una mente que modula los mecanismos instintivos, lo que hace que a veces sintamos confusión y no sepamos qué parte es la que está tomando las decisiones o llevando las riendas en momentos determinados, y el sexo, por ser un instinto tan potente, es uno de esos contextos de dualidad.
Ahí radica la importancia de conocer el funcionamiento de ambos componentes y de conocernos interiormente, para así saber controlar, en la medida de lo posible, conscientemente, nuestra manera de actuar y las decisiones que tomamos. De lo contrario, dejándonos llevar únicamente por la parte instintiva, nos colocaría en un mundo no acorde con la sociedad actual y en el que cometeríamos infinidad de comportamientos que atentarían contra la dignidad de los demás o su integridad física o psicológica, que son valores claves para mantener una convivencia en paz.
Aunque la belleza es subjetiva y tenemos presente que lo importante es quererse tal cual somos, debido a la necesidad de sentirnos integrados en un grupo, de sentir esa cohesión, sentimos gratificación al apreciar que gustamos a los demás. Y eso nos hace sentir que nos valoran. Sería ideal que nuestra seguridad y estima tuvieran un origen totalmente interno, así seríamos felices sin necesidad de aportes externos, pero, reconozcámoslo, requiere un buen trabajo llegar a ese nivel.
Un ejercicio que podemos ir practicando mientras vamos a por ello, es dar el justo valor a esa motivación externa, y hacernos conscientes que todo tiene un valor subjetivo. Que podemos ir modulando el peso de las opiniones que nos llegan desde fuera, hasta que llegue el día en que no tengan efecto en nuestra estima.
Los invito a reflexionar acerca de cuáles son las cosas que realmente tienen valor para una persona… Aunque parezca que la belleza y la estética dominan el mundo, no son más que humo, una máscara. Porque una vez que sucede ese pico de necesidad sexual, de insatisfacción, que menciono unas líneas más arriba, y volvemos a la calma, podemos analizar la situación dentro de nosotros, en nuestras emociones, cómo percibimos la realidad, y darnos cuenta que muchos sentimientos acaban de cambiar en solo un segundo.
Cambian las prioridades, el estado de ánimo, las tensiones, los gustos, aparte de las constantes vitales físicas, fácilmente medibles con instrumentos de medicina, como ritmo cardiaco, niveles de hormonas, caudal y velocidad del torrente sanguíneo, etc.
En este momento adquieren valor las cosas que de verdad nos llenan; situaciones, experiencias que te aporta gente con la que conectas en un sentido más profundo, que trasciende del físico, tu pareja, tus amigos, familiares con los que tienes afinidad.
Es justo en esas emociones, percepciones, detalles o personas, donde deberíamos centrar nuestra motivación del día a día, porque han venido a nuestra mente en momentos de calma, de reposo.
Saber estar en consonancia con nuestra esencia, libre de tensiones, con la gente que hemos elegido que esté a nuestro alrededor; dando a la belleza una posición no principal, en un segundo plano, que aunque esté presente, y nos aporte diversión, entretenimiento, alivio y aprendizaje, no le permitamos condicionar nuestras decisiones de vida, pues basar nuestra construcción en valores en ese pilar nos aleja bastante del verdadero bienestar.
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