Decirle a alguien que “no se ve gay” no es un cumplido.
Estaba en una mesa rodeada de mujeres heterosexuales, y todos los hombres en la mesa éramos gays. Diferentes estaturas, complexiones, formas de pensar, pero un sentimiento en común; la amistad. Aunque no nos conocíamos del todos, ya que digamos que en la mesa estábamos reunidos por amigos en común, alguien sacó a la plática ese incomodo momento por el que todos debemos pasar.
Una de las mujeres nos dijo que “Pepe” -así llamaré a uno de mis amigos- no parecía gay. De hecho, al ser un hombre bastante atractivo, ella le comentó que era extraño que fuera gay porque de hecho, se vestía, lucía y actuaba como un hombre heterosexual. Los otros hombres homosexuales en la mesa nos volteamos a ver ¿éramos demasiado obvios? Y ahí fue cuando le pregunté a mi imprudente amiga: ¿Oye, pero nosotros porque sí nos vemos gays? Ella respondió por todos; me dijo que a mí me gustaba la moda, y me vestía exagerado, por eso la gente sabría que soy gay. A mis otros tres amigos presentes les dijo que parecían gays por su manera de hablar, actuar, e incluso, a uno de ellos le comentó que el tono agudo de su voz lo delataba.
¿En qué momento los heterosexuales tienen todas estas ideas de lo que puede ser o no ser un homosexual? Pero lo más importante, ¿desde cuándo nosotros los gays hicimos que estos estereotipos se hicieran tan grandes incluso en nuestra misma comunidad?
Hay algo que debemos aclarar, aquí entre nos, gente homosexual, heterosexual y bisexual del mundo: Decirle a alguien que no se ve gay, no es un cumplido.